27 noviembre 2023

¿Hardcore para señoritas?

Por Bere Equis

Fotos Ángel Orozco



Yo no quiero el moshpit para mí sola. Prefiero que entiendas que como participante de la escena estoy ahí por la música, pero eso no te da derecho a pensar que mi presencia es incondicional: no voy a apagar mi curiosidad, es esta misma la que me impulsa a cuestionar lo que soy, lo que siento, lo que vivo. Difícilmente aceptaré lo asumido por las y los demás como única realidad. ¿Una de las razones por las que digo esto? El vocalista de GRITO de Colombia en su discurso solemne y enardecedor en Hermosillo dijo: “La unión en el hardcore es incondicional”. Lejos de ser arrastrada por el entusiasmo, pensé: ¡Oigan esperen un momento!, tomando en cuenta el contexto local actual, no debería ser así ni dentro del género señalado ni en la escena misma. Haenfler señala que la vieja escuela del hardcore, al menos en un nivel superficial, apoyó una ideología de inclusión y aceptación para fomentar espacios libres de discriminación, que no den lugar a discursos de odio como la homofobia, el racismo, el sexismo, la xenofobia y otras formas conexas.

Otra aproximación académica del tema afirma que los participantes del hardcore de hoy tienen más una actitud de laissez faire (dejar hacer) acerca del sexismo (y podríamos anotar las otras formas de discriminación) y están más preocupados por presentarse a sí mismos como los machos alfa.

En mi inventario de gratitud están quienes fueron mis pares y como tales estuvieron dispuestos a compartir sus saberes musicales y el placer por la misma. Sostengo que mi interés superior es hacer ver que las rivalidades absurdas son antinosotr@s. Cada vez que publico algo sé que puede resultar incómodo o controversial, pero aun así creo necesario el debate donde no hago más que empatizar con las palabras de la vocalista Kathleen Hanah de BIKINI KILL cuando dice: “hay cierta suposición de que cuando un hombre dice la verdad, es la verdad y que cuando como mujer voy a decir la verdad, me siento como si tuviera que negociar la manera de como seré percibida. Al igual, siento que siempre hay esta sospecha rondando a las mujeres, esa idea de que estás exagerando la verdad”.

Lo que sí quiero es que te cuestiones, que nos cuestionemos como integrantes de una escena: ¿qué tan importante es para nosotr@s (desde cualquier trinchera) reflexionar?; ¿nos hace sentido nuestra forma de ver, vivir y hacer las cosas, acaso somos congruentes?, ¿alguna vez te has preguntado por qué haces lo que haces?, ¿por qué estás actuando de esta o aquella manera?

Estamos construidos o determinados por la cultura, es decir, por toda esta serie de valores, costumbres, ideales y creencias de la sociedad que nos instruyen sobre quiénes somos y cómo debemos ser, incluyendo el comportamiento según el género. En muchos aspectos de nuestra cotidianidad estamos construidos o condicionados por nuestra asignación de sexo, condicionamiento que recibimos y vivimos de la manera en que somos tratados en la familia, la escuela y la comunidad. Lo cual nos lleva a constructos sociales que asumimos y vivimos como indiscutibles.


 Así las cosas, los hombres en realidad no tienen predisposición natural a ser como la masculinidad hegemónica lo establece: al hombre se le obliga a reproducir comportamientos que supuestamente reflejan o representan su masculinidad o su hombría, de hecho, la escena hardcore no está libre de estos prejuicios hetero normados y los elementos que le dan identidad a la escena hardcore también se ven influenciados por estos prejuicios sin que la mayoría de las y los integrantes se percaten de ello, repitiéndose patrones de conductas construidas por la masculinidad hegemónica, que Conell describe como “aquel modelo que se impone y se reproduce, y por tanto naturaliza como práctica e identidad de género obligatoria para todos los hombres”, esto a partir de una visión generalizada que tiene la sociedad de cómo debe ser el comportamiento de los hombres, de lo que es esperable que hagan o no hagan: ¿te has visto presionado a suprimir o negar tus emociones?, ¿a no ser cobarde y no dejarte pasar por encima?, ¿a no expresar dependencia ni debilidad?, ¿a no sentir dolor, a aguantarte, a eliminar todo rastro de sensibilidad corporal porque eres hombre?, ¿a cultivar el honor?, ¿a dar por sentado que lo masculino debe ser siempre vigilado, medido y sobre todo siempre probado?, ¿a creer que la fortaleza, por ejemplo, está asociada a la fuerza física, y, por tanto, a atributos masculinos?, ¿a creer también que lo activo es masculino y lo pasivo femenino?, ¿a asociar la heterosexualidad con la masculinidad hegemónica?, ¿a pensar que se tiene una especie de entrenamiento que te permite ingerir más alcohol?, ¿que el que toma más es el más chingón, el más macho?, ¿qué si tomas mucho y no te pega “eres bien verga”?, ¿qué es mucho más difícil moderarse en la ingesta de alcohol que abstenerse?, ¿te ha tocado pedir agua o refresco y dar 20 mil explicaciones justificándote?, ¿cómo reaccionaron tus compas cuando se te ocurrió decir que no al lema “beer for the boys”?


Butler, lo dice, lo ha teorizado: Los hombres no expresan su identidad, sino que la actúan como una especie de performance, recrean las reglas disciplinadoras que describí anteriormente, cuya intención es que cumplas con lo que se supone “está en tu naturaleza”, y una vez que imitan tales comportamientos durante el tiempo suficiente, llegan a pensar que esos comportamientos repetidos son innatos y naturales y, de este modo, se convierten en lo que representan (Butler, 1990).

Si todavía no queda claro la intención de este texto, pongamos como ejemplo el moshpit, el cual es el escenario para las expresiones más abiertas de masculinidad en los espectáculos hardcore (Arnett, 1996, p. 17).  Kimmel afirma que el moshpit funciona como un campo de pruebas de masculinidad. Estudiosos en el tema observan que, aun cuando los participantes suelen considerar el moshing como una actividad unificadora, es claro que los “slammers” más grandes, fuertes y agresivos dominan el pit y, por tanto, tienen menos probabilidades de lesionarse. Hay competencia masculina y, desde luego, jerarquías. Entre más violento sea el moshpit más cohesión se logra, aunque esta sea momentánea. Participar en el moshpit es arriesgado. Sin embargo, en la cultura occidental se considera que el asumir riesgos es un atributo innatamente masculino (Levine, 1998, pp. 12-14).


Y para cerrar, queridos míos, les dedico una rola de BIKINI KILL: “Double dare ya”, ese enérgico mensaje de empoderamiento y desafío a las normas sociales es también para ustedes señores del hardcore sonorense. Aclaro, el título de este texto hace homenaje al nombre del disco de una banda chilena hardcore que se rio del estereotipo del machocore proponiendo nuevas formas de ser. Aun así, hay individuos quienes eligen no seguir estos comportamientos relacionados con estereotipos masculinos y tampoco imitan aquellas expresiones de masculinidad relacionadas con la violencia. Bien por ellos.



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DISONANCIA DESÉRTICA NO. 3